La cajera llora cuando un cliente la ofende, pero lo que su jefe hace deja a todos boquiabiertos
Hace unos años, mientras trabajaba como cajera, esta mujer vivió algo que nunca olvidará:
“Hace unos años trabajaba de cajera en una tienda de suministros para oficina. Quería ganar algo de dinero mientras estudiaba y me gustaban mi trabajo y compañeros.La época de más trabajo era la de la vuelta al colegio, cuando los padres compraban todo lo necesario para sus hijos.
Incluso los responsables de tienda trabajaban en caja para poder atender al gran número de clientes. Un día una mujer de clase media-alta con el pelo teñido de rubio y bolso de marca se acercó a mi caja. Echó todas sus cosas sobre la caja y empezó a tirarme cupones.
Le sonreí y pregunté si había encontrado todo lo que necesitaba. Ignorándome completamente, tecleaba su teléfono mientras su hija, de unos 7 años, permanecía callada a su lado.
Pasé sus cosas por el escáner y sus cupones, y me di cuenta que uno de ellos había expirado. Hace más de un año. Además, ninguno de los cupones podía aplicarse a lo que iba a comprar. Cuando se lo expliqué educadamente, me contestó: “Pero por qué? Es un cupón y tenéis que aceptar todos los cupones que os den los clientes”. Ninguna de mis explicaciones le sirvieron y cada vez iba enfadándose más. “Quiero hablar con tu encargado. No tengo tiempo para esta mierda”.
Entonces hice señas a mi jefe para que se acercara. Cuando estaba de camino, la mujer se inclinó sobre su hija y con sarcasmo le dijo: Ves, cariño? Esta es la razón por la que tienes que ir a la Universidad, para que no acabes trabajando en una caja como ella.
¿Qué acababa de decir? Me puse roja como un tomate y las lágrimas se me empezaron a agolpar en los ojos. Empecé a decirle que yo iba a la Universidad y este era solo un trabajo a tiempo parcial. En ese momento llegó mi jefe y le pidió a la señora que repitiera lo que había dicho. Con mirada de suficiencia, repitió su comentario y dijo que el cliente SIEMPRE tiene la razón, y que el cupón tenía que aplicarse.
Mi jefe se quedó mirándola unos segundos antes de empezar a sacar sus cosas de las bolsas. ¿Qué coño estás haciendo?- le increpó. Entonces mi jefe respondió con calma: “No voy a quedarme quieto viendo cómo maltrata a mi personal. Le voy a tener que pedir que se marche. No queremos seguir haciendo negocios con usted”. La mujer se quedó atónita y roja, mientras los demás clientes la miraban. Comenzó a llorar y montó en cólera. Su hija de 7 años se comportaba mejor que esta mujer.
Agarrando su bolso, cupones y a su hija de la mano, salió de la tienda gritando: “NO VOY A VOLVER AQUÍ JAMÁS. VOY A LLAMAR A VUESTRO JEFE Y HACER QUE OS DESPIDAN A TODOS. ¿ACASO NO SABÉIS QUIÉN SOY?” Mi jefe se rio y me dijo que podía tomarme un descanso porque yo debía parecer un fantasma de lo blanca que me había quedado”.
La reacción de este encargado es maravillosa, todos querríamos un jefe como este, ¿verdad?