Muerte de Tito Vilanova: Fallece el Ex-DT del FC Barcelona – Muere de Cáncer
Y Tito no pudo correr más. Lo hizo hasta que no le quedaron más fuerzas. Hasta que el cáncer se obstinó en llegar antes que él a la meta desde que aquel maldito noviembre de 2011 los médicos le comunicaron que comenzaba su verdadera lucha. «Entonces centré mis esfuerzos en tirar adelante. Y comencé a correr, correr y correr…». Y lo hizo sin desfallecer, preguntando a quien hiciera falta, buscando soluciones a un mal que nunca logró comprender, con aquel ímpetu que le permitió ser partícipe del mejor Barça de siempre. El sueño de toda una vida. Algo que ni la enfermedad más cruel podría ya arrebatarle., ahora que Tito Vilanova ha fallecido, víctima de un cáncer en la glándula parótida a los 45 años.
Las ilusiones nacen siempre en los ojos de un niño. Francesc Vilanova i Bayó, aquel chico delgado y rubio cuya timidez le llevaba a pasar desapercibido en el colegio -«y mira que era guapo el chico», recordaban sus compañeras de escuela-, mutaba cuando pisaba el campo de tierra de Bellcaire d’Empordà, población gerundense de poco más de 600 habitantes. Allí le seguían todos. Allí tiraba todas las faltas y penaltis. Allí ponía en práctica lo aprendido en aquellas horas muertas en el almacén de la bodega regentada por sus padres, Joaquim y María Rosa, donde se ponía a patear el balón contra la pared hasta que la pierna izquierda respondía igual que la derecha. «Podía pasarse horas, hasta que los zapatos ya no le aguantaban más», recordaba el patriarca, alcalde del pueblo por CiU durante 12 años (1991-2003) y al que siempre conocieron como Talla (corta). Al abuelo, que no se le daba mal el fútbol, le recordaban por su recorte; pero también porque podía pasarse horas cortando ramas de pino para abastecer el horno para cocer el pan.
Pero al noi de Can Talla en la familia siempre le conocieron como Tito. Tal y como balbuceaba de niño su hermano Josep, un año mayor que él, incapaz de pronunciar Francesc. «Aunque nosotros le llamábamos Vila», tal y como recordaba uno de los chicos de su cuadrilla en un reportaje emitido en TV3. Eran aquellos tiempos en los que el patriarca Joaquim convencía a un Guardia Civil de l’Escala para que le trajera de Aragón balones al por mayor para abastecer la voracidad del niño. Una afición indisoluble de su amor por unos colores. En Bellcaire siempre recordarán aquel día en que el entrenador del equipo del pueblo ordenó a Tito que cubriera al mejor futbolista del equipo rival. Pero Vilanova prefirió ir a la suya. Sólo quería pisar el área contraria, sin atender a lo que pasara a su espalda. Hasta que el técnico, ya harto, le cambió para pedirle explicaciones. «Mi madre me había dicho que si marcaba me compraría el chándal del Barça», se justificaría. La recompensa bien merecía la pena.